Roland Barthes decía que la vida de un maestro se divide en tres etapas:
En la primera enseña lo que sabe.
En la segunda, lo que no sabe.
Y, en la tercera, se entrega al aprendizaje de desaprender...
Al final de tal proceso, posiblemente con la llegada de la vejez, Barthes se sentía portador de un nuevo saber, al que daba nombre de sapiencia: el saber sabroso.
Y, sin el menor embarazo, admitía ser sabio.
Sabio, por sus raíces etimológicas, significa “el que degusta”.
Ser sabio no es tener acumulado conocimientos en grado superlativo: es haber desarrollado la capacidad erótica de sentir el gusto por la vida.
Como él mismo dice, sapiencia es “nada de poder, una pizca de saber, y el máximo posible de sabor".
En la primera enseña lo que sabe.
En la segunda, lo que no sabe.
Y, en la tercera, se entrega al aprendizaje de desaprender...
Al final de tal proceso, posiblemente con la llegada de la vejez, Barthes se sentía portador de un nuevo saber, al que daba nombre de sapiencia: el saber sabroso.
Y, sin el menor embarazo, admitía ser sabio.
Sabio, por sus raíces etimológicas, significa “el que degusta”.
Ser sabio no es tener acumulado conocimientos en grado superlativo: es haber desarrollado la capacidad erótica de sentir el gusto por la vida.
Como él mismo dice, sapiencia es “nada de poder, una pizca de saber, y el máximo posible de sabor".
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