Buenos Aires, Enero de 2004
Amada Serpiente:
Debe ser tu sentir y la palma de mi mano;
la que roza tu cálida humedad de entrepiernas
Tus labios se estremecen y nunca sería en vano
que la pasión de tu mirada en mí se pierda.
Hasta el rugir de mis garras se desatan;
En las luces de otras llamas que buscan refugio.
El descenso orgásmico de los inviernos.
Y la estable armonía de tus artilugios.
Lujuria en vano de tu rostro en el infierno.
Juego con tu veneno y con tus ojos sedientos.
Es decir, con los pases mágicos de lo eterno.
Y con cada sentir de tu aliento.
Es volver a verte en cada melodía desencadenada
Es volver a rehacer tu piel delicada en mis sentidos.
Retomar por un instante la posición adecuada;
Y escuchar nada más que el placer de tus latidos.
A mis confesores:
Luego de un invierno de enamorados, fué en meses de primavera naciente, en la cual la tuve por primera vez en mis brazos.
Sentí que era la mujer de mis sueños y mis sueños de mujer que sentía. El cálido reflejo de nuestra otra mitad, de nuestra matriz.
No puedo olvidar sus ojos miel y la suavidad de su piel, y la pureza del lado dulce de su rostro.
Detrás, la sutil serpiente que espera vanidosa y apasionada, con su presa envuelta por el cuello, enroscada; Sabía su misión, la lección para el rey.
Y cae el felino. Y todos asombrados.
Indudablemente cae en la eternidad de sus deseos.
Lo adoran por rey y lo detestan por la inflamación de su ego.
Pero cae, al final siempre cae, en el veneno de su amada anfitriona.
La cual moldea su belleza y su sensualidad, lentamente.
Como una aventura.
Después de un tiempo se repuso de sus pasiones y salió a buscar otras aventuras pasionales, otras historias. El amor ya nunca fué lo mismo en la selva desconocida.
No olvidó su veneno, ni su piel suave, ni sus ojos miel.
Y es verdad que cada tanto el felino cae en su trampa.
Ahora lo disfruta, lo goza.
Debe ser el encanto de esas muertes pasionales
y el pecado de tomar por manjar el suicidio de los sentimientos,
los cuales muchas veces no sirven para nada.
Todo el cariño, a los que en la jungla se apiadaron del rey caído.
Y todo el odio para quienes quisieron ocupar su lugar.
Nunca podrían hacerlo.
El tigre…
Debe ser tu sentir y la palma de mi mano;
la que roza tu cálida humedad de entrepiernas
Tus labios se estremecen y nunca sería en vano
que la pasión de tu mirada en mí se pierda.
Hasta el rugir de mis garras se desatan;
En las luces de otras llamas que buscan refugio.
El descenso orgásmico de los inviernos.
Y la estable armonía de tus artilugios.
Lujuria en vano de tu rostro en el infierno.
Juego con tu veneno y con tus ojos sedientos.
Es decir, con los pases mágicos de lo eterno.
Y con cada sentir de tu aliento.
Es volver a verte en cada melodía desencadenada
Es volver a rehacer tu piel delicada en mis sentidos.
Retomar por un instante la posición adecuada;
Y escuchar nada más que el placer de tus latidos.
A mis confesores:
Luego de un invierno de enamorados, fué en meses de primavera naciente, en la cual la tuve por primera vez en mis brazos.
Sentí que era la mujer de mis sueños y mis sueños de mujer que sentía. El cálido reflejo de nuestra otra mitad, de nuestra matriz.
No puedo olvidar sus ojos miel y la suavidad de su piel, y la pureza del lado dulce de su rostro.
Detrás, la sutil serpiente que espera vanidosa y apasionada, con su presa envuelta por el cuello, enroscada; Sabía su misión, la lección para el rey.
Y cae el felino. Y todos asombrados.
Indudablemente cae en la eternidad de sus deseos.
Lo adoran por rey y lo detestan por la inflamación de su ego.
Pero cae, al final siempre cae, en el veneno de su amada anfitriona.
La cual moldea su belleza y su sensualidad, lentamente.
Como una aventura.
Después de un tiempo se repuso de sus pasiones y salió a buscar otras aventuras pasionales, otras historias. El amor ya nunca fué lo mismo en la selva desconocida.
No olvidó su veneno, ni su piel suave, ni sus ojos miel.
Y es verdad que cada tanto el felino cae en su trampa.
Ahora lo disfruta, lo goza.
Debe ser el encanto de esas muertes pasionales
y el pecado de tomar por manjar el suicidio de los sentimientos,
los cuales muchas veces no sirven para nada.
Todo el cariño, a los que en la jungla se apiadaron del rey caído.
Y todo el odio para quienes quisieron ocupar su lugar.
Nunca podrían hacerlo.
El tigre…
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